miércoles, 11 de noviembre de 2009

Él, ella

Se los encontraba siempre a la hora de su llegada al trabajo, cuando cruzaba la principal avenida del pueblo.
Él, una sonrisa amplia de oreja a oreja, indesmayable, infantil, simplicísima. Bien podría desaparecer en ella y quedar convertido en dos líneas de dientes, como el gato de Alicia, sin que nadie echase en falta el resto de su cuerpo. La expresión de su cara aireaba un techo mental un poco por debajo de la línea de la normalidad. ¿Sería acaso un border line? Sería.
Sumamente elegante ella, percha siempre de las mejores prendas, nutridas por un armario al parecer inagotable, y un pelo arreglado para hacerla veinte centímetros más alta, verdadera torre sobre la cabeza, simétrica a la que crecía bajo sus pies en forma de tacones. Estaba claro que, por ambos extremos, ella se alargaba.

5 comentarios:

CB dijo...

¿Van juntos?
Si ella va sola, es una doña perfecta constreñida más. Si va con él, es enternecedora.
La sonrisa de él, qué bien descrita, ahora sí que entiendo la sonrisa sin cuerpo del gato de Alicia.

Jesús dijo...

No, cada uno por su lado..., que yo sepa. Juntarlos sería hacer ya una incursión en la novelería.

CB dijo...

Retiro lo dicho, no tengo nada ni contra las damas cardadas ni contra las encaramadas, bastante tienen con mantener el tipo y aguantar el dolor de pies. Es sólo que le puse la cara de alguien que yo me sé, que se gira en bloque para que no se le descomponga la supermelena, no sonríe ni casi habla para no arrugarse, se ha hecho instalar un armario con humidificador en el despacho para las pieles, y firma con los dedos en pinza para no accidentarse las uñas. Es lo más de lo más.
Discúlpame mentalmente con tu elegante desconocida por la asociación y la bordería, y un abrazo para ti.

Jesús dijo...

Por Dios, Cristina, si no hay nada que perdonar. Aquí, estamos con un pie en la realidad y otro en la ficción. Pues eso, a inventar.
Un abrazo.

CB dijo...

No, Suso (y ya no te doy más la matraca, no te asustes), a las personas reales no hay que inventarlas, ni para idealizarlas ni para lo contrario. Hay que conocerlas y, mientras tanto, en la medida de lo posible, aparcar las conjeturas.
Tú sólo la describías y yo conjeturé. Y aunquie a ella le traiga al pairo, que está a 600 Km. y no tiene ni idea de que pasea (tan bien paseada) su altura por aquí, no es buena cosa.