Contemplo con emoción a los
alumnos que, tras terminar 2º de bachillerato, pasan por secretaría para
matricularse en la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad). Terminan una etapa
y empiezan otra; atrás queda el instituto y delante la universidad; atrás
familia y delante residencia o piso. A pesar de haber vivido yo también este
tránsito no soy capaz de ponerme en su piel. Recuerdo sólo a medias cómo era yo
en aquel entonces, qué sentía, qué quería, qué esperaba. El hecho de que fuese
a estudiar teología en la Universidad Pontificia de Salamanca no marcaba para
mí ningún camino totalmente claro. Tendría que ir viendo, viéndome. El primer
trimestre lo pasé fatal: la salida del nido materno me pesó hondamente. Poco a
poco las cosas se fueron después componiendo. ¡Pero qué lejos queda ya todo esto!
Y nada añoro pues no soy yo ser de nostalgias.
sábado, 31 de mayo de 2014
jueves, 29 de mayo de 2014
Satanás: una canción, una película, un teólogo
Podemos empezar a ras de
suelo, con la vena cómica de la canción “El chivo”, escrita por Luis Mendo y
Bernardo Fuster y cantada por Ana Belén, en la que Satán, “harto de ser
despreciado por todos”, dice: “¡Señores, presento mi dimisión! ¡Aquí está mi cargo de Ángel
Caído! Me quedó a vivir en un rincón del Parque del Retiro”. Damos ahora
un paso de gigante para aterrizar en la película Las páginas del libro de Satán, de Carl Theodor Dreyer, en las que
nos encontramos con un ángel de las tinieblas que se entristece cada vez que
triunfa en su labor tentadora. Así, tras conquistar el alma de Judas y una vez
que éste entrega con un beso a Jesús en el huerto de los olivos, se dice de
Satán que “veía con tristeza el éxito de su obra malvada. Y su pena era aún más
profunda al haber entregado al hijo de Dios a los verdugos de los hombres”. El
salto definitivo nos deja en las manos de Hans Urs von Balthasar que reflexionó
en alguno de sus últimos libros sobre la posibilidad de una redención del ángel
caído. Es una pena que no pueda citar en este caso ningún texto porque no he
leído este libro -ni siquiera sé cuál es- del genial teólogo suizo. El tema, en
cualquier caso, queda trazado: ¿un Satán que dimite, un Satán apenado por sus
éxitos, un Satán redimible?
martes, 27 de mayo de 2014
Cero escritura
Las ideas se las sirve el yo
ocurrente al yo ejecutivo para que éste, pues eso, las ejecute, como explicó en
su día José Antonio Marina. He de decir que, de un tiempo a esta parte, a mi yo
ocurrente no se le ocurre nada, o muy poca cosa, lo que implica que yo ejecute
muy poco. O en román paladino: no tengo ideas y por lo tanto no tengo palabras.
Cero escritura. El cursor parpadea, parpadea, parpadea... y nada. En el
desierto pues, a la espera del agua.
miércoles, 21 de mayo de 2014
La estela de Job
La entrevista a José A. Ortega
Lara que nos dio a conocer Ángel en su blog me puso contra las cuerdas. Con el
tema del sufrimiento humano, cuando éste lleva al hombre más allá de lo
soportable, yo me electrocuto de cuando en cuando. Necesito después varios días
para recuperarme. Ortega Lara habla de su sufrimiento “atroz, atroz, atroz”, de
sus intentos de suicidio, de su suplicio vivido coram Deo. El diálogo entre el hombre sufriente y Dios alcanza aquí
sus cotas más desgarradoras: estamos en la estela de Job, durísima estela, en
la que el hombre arguye contra Dios y lo pone en tela de juicio. Yo me quedo
siempre sin respuestas, y vuelvo los ojos a Cristo crucificado, enmudecido.
“¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?”, gritamos. La oración de san Francisco de
Asís vuelve a mis labios: “Pastor bueno que a nosotros nos has mostrado tu
misericordia (...), concede gracia y virtud a esta tú ovejuela para que en ninguna enfermedad, angustia o
dolor me aparte de Ti”.
sábado, 17 de mayo de 2014
El sufrimiento
El sufrimiento es un
material altamente inflamable, de difícil gestión. Se soporta, se lleva como se
puede.
viernes, 16 de mayo de 2014
Quédate
En el relato de los
discípulos de Emaús, cuando “llegaron cerca de la aldea donde iban”, Jesús “simuló que iba a seguir caminando”. No
dijo: “me quedó con vosotros” sino que, como se lee en otras traducciones, hizo ademán de continuar. Al actuar así,
Jesús instaba a los discípulos a ser requerido, invitado, a que le dijeran en
definitiva: “Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”. ¿No
ocurrirá siempre así en la vida de cada uno, que Jesús nos acompaña y, simulando marcharse, nos impulsa a
pedirle que no lo haga, que se quede, a que le abramos la puerta y lo invitemos
a sentarse con nosotros para cenar? ¿No se detecta aquí la suavidad del trato
de Dios con los hombres, a los que a nada obliga pero a los que siempre incita
con un ademán? Parece un amante
discreto que, lejos de imponerse, se
propone, se insinúa, simula que se va a marchar para que el corazón del
amado se sienta impulsado a detenerlo y le diga: “Quédate”.
jueves, 15 de mayo de 2014
Los incorruptibles
Tiene que haber en cada
época un nivel de bondad suficiente que la salve. ¿Hay épocas más propicias
para la bondad que otras? Siempre habrá un incorruptible, la manzana sana que
no estropearán mil manzanas podridas. Con él nos salvamos, sin él perecemos. No
parece que vaya a faltar nunca ese hombre, esa mujer, esos hombres y esas
mujeres, las piedras de toque que nos digan a los demás cuánto valemos, mucho,
algo, poco, nada, pero sobre todo que nos den la mano para elevarnos hasta
ellos.
miércoles, 14 de mayo de 2014
Pedir perdón
No sólo hay que perdonar
setenta veces siete sino que también hay que pedir perdón siempre. Y puede
presentarse un inusitado enemigo: el aburrimiento. Mi hermana María y yo
durante un período de tiempo que no fue precisamente corto nos enredamos en
berrinches domésticos y, al rato, nos desenredábamos pidiéndonos perdón, unas
veces ella, otras veces yo, según se terciase. En una ocasión en que me tocaba
a mi pedirlo, con la intercesión de un pequeño lucifer, me dije: “Qué coñazo,
vuelta a pedir perdón; ya estoy aburrido; paso”. Pero la que no pasó fue mi
hermana, e hizo bien, al presentarse y decirme: “¿No me vas a pedir perdón?” Y
se lo pedí, claro.
martes, 13 de mayo de 2014
Todo está bien
“Fue bonito haber sido
doncella y es bonito ser una anciana. Moriré pronto. Todo está bien”.
lunes, 12 de mayo de 2014
Al fin cedieron
“¿Por qué abandonas el lecho, amado mío? Tu
dulzura está aquí, todo tu mundo en mi seno, tus espuelas, tu hambre de gloria.
Te equivocas cuando apresuras tu partida: la veo venir siempre que tus ojos
susurran el miedo, allá en lo más hondo de ti. ¿Qué temes? Tu semilla crece
dentro de mí, saldrá un día, robusta ya, crecida, piernas y manos armados para
el primer llanto, el que inaugura la vida. ¿Temes esto, la sombra larga que
proyectas, el verte superado por una vida que no puedes controlar? Otros
temieron antes que tú y al fin cedieron, ya no quisieron marchar tan pronto,
gozaron al lado del fuego que encendía la casa”.
sábado, 10 de mayo de 2014
Te quiero
Quien está suelto para el
gesto afectivo: un beso, un abrazo, una caricia, puede que también lo esté para
su pronunciación y por eso dirá, sin embarazo alguno, “te quiero”. Pero puede
ocurrir que se dé lo segundo sin lo primero, cosa que yo nunca hubiese
imaginado, tal como lo vi en la película Mud,
de Jeff Nichols. En ella, uno de los adolescentes protagonistas, Ellis, le dice
a su padre en una ocasión en que se despedían: “te quiero”. No hubiera estado
de más que el padre le hubiese acariciado la cabeza, o palmeado el hombro, o
que se diesen un abrazo incluso, pero parecía que para esto estaban menos
preparados. Pero el “te quiero” sonó tan verdadero, tan dulce, tan sólido, tan
entrañable, que casi lo puso todo.
viernes, 9 de mayo de 2014
La vida pasa
184 centímetros y 82 kilos
de hombre; 49 años. Pasos, pum, pum pum, de la secretaría a dirección, a la
jefatura de estudios, a la sala de profesores, a la conserjería, a la
cafetería, y vuelta. Otro día también, y otro día, de lunes a viernes.
Interregno el sábado y domingo. Gota a gota, mar a mar, la vida pasa.
jueves, 8 de mayo de 2014
martes, 6 de mayo de 2014
Vacíos, plenitudes
Las plenitudes acallan los vacíos; los vacíos
acallan las plenitudes. Y uno sigue caminando.
viernes, 2 de mayo de 2014
Las lágrimas
Nunca lloraremos bastante la muerte de Jesús en la cruz, lo cual
significa al mismo tiempo que nunca serán suficientes las lágrimas por todos
los crucificados de la historia, por todos los pobres y desvalidos; incluso me
atrevo a decir que las lágrimas que derramemos por nosotros mismos no debieran
parar hasta que quedemos limpios de todos nuestros pecados mientras miramos “al
que traspasaron”.
Está claro que nuestro pecado sólo se nos hace visible a la luz de Dios, a medida que vaya siendo mayor nuestra cercanía a Él: mientras tanto nos parecerán pecadillos, sólo “faltas”, liviandades
miércoles, 30 de abril de 2014
La herida
La herida curó bastante pero
no tanto que llegase a convertirse en cicatriz. Sólo esto puede explicar los
gritos y lágrimas de X, desproporcionados, tras las palabras de Y. Éstas,
paradójicamente, aun siendo recriminatorias, contenían al mismo tiempo un
profundo halago. Espero que con el paso de los días X se percate de ello. Sin
embargo la escena, al recordarla ahora, resulta extraña, misteriosa, no del
todo inteligible, salvo que desde ella se extienda hacia atrás una lupa que
permita ver la historia de su herida. Pero ni siquiera así llega la luz a ser
suficiente para comprenderla del todo. Algo, o mucho, se me escapa. Una
redacción novelada de la misma quizá la colocase en el lugar ideal para
entenderla más y mejor.
domingo, 27 de abril de 2014
Lectura y (in)felicidad
Leer libros que no nos
gustan crea horas infelices, siendo así que la lectura es, debe ser, un
otorgamiento de felicidad. Por eso aquéllos debieran ser abandonados una vez
que uno se ha cerciorado de que no nos gustan, no nos placen, en definitiva no
nos interesan. ¡Qué distintas las infelices horas de las felices que sí crean
los libros que nos causan placer! Con todo, hay grados en esta cuestión. Puede
haber una “infelicidad” durante el trayecto de la lectura que, por distintos
motivos, llegue a ser al final una verdadera felicidad. Por eso uno a veces se
resiste a abandonar libros en principio, y en medio, no gustosos, pero que sí
lo acaban siendo una vez terminado el libro.
viernes, 25 de abril de 2014
El don de Dios
Un franciscano le pidió a
Francisco de Asís que lo cambiara de comunidad ya que en la suya no podía
sufrir a alguno de sus hermanos. El santo de Asís le dijo que debiera ver en
cada uno de ellos un don de Dios para él. Esto nos lo contó Paco, fray Paco, en
Tierra Santa, y a mí me viene una y otra vez a la cabeza. ¿Un don de Dios para
mí Fulano, tan cotilla, Mengano, tan egoísta, Zutano, tan pesado, etc.? Pues
sí, nos dice el poverello. Sospecho
que, contra lo que pudiera parecer a primera vista, este aviso, más que una
carga sobre los hombros, es en realidad una gran descarga, una liberación, si no
a corto o medio plazo sí a largo plazo, cuando ya nos hayamos convertido y, antes que la antipatía, salte entonces y siempre la simpatía que debe
inspirarnos todo hombre que, por ser hijo de Dios, el padre de todos, es por
eso hermano nuestro. Los santos siempre nos proponen una cuesta empinadísima
pero que, a la larga -a la vuelta de nuestro corazón renovado-, acaba siendo un
cómodo sendero llano.
miércoles, 23 de abril de 2014
El libro olvidado
“Tuviste tu hora, Libro, en la que tu compañía durante un
tramo de mi vida me salvó y enriqueció, en la que, por ello, fui por ti
bendito. Esa hora se ha prolongado a lo largo de la vida y por eso nada importa
que te haya olvidado si tu fruto hasta hoy ha perdurado en mí”.
¡Ah, ojalá que lo anterior
fuese cierto y pudiese así uno quedar consolado de lo poco que, de lo leído,
queda en el reino de la memoria! ¿Qué es mejor, leer, leer y leer, que será
después un olvidar, olvidar y olvidar, o leer-releer, leer-releer y leer-releer
muy pocos libros para que después uno tenga un verdadero recordar, recordar y
recordar?
sábado, 19 de abril de 2014
Lejos del mundo
Es cierto que cuando uno
hace un viaje “desconecta”, y desconecta mucho. Lo he comprobado una vez más en
mi reciente viaje a Tierra Santa. Quedas a salvo de las desgracias que te
sirven en bandeja los medios informativos, tanto las que suceden en tu región
como las que tienen lugar al otro lado del mundo. En este sentido eres más
feliz. Cuando estuve en Camerún, en el verano de 2011, pensé en serio que,
cuando estuviera de vuelta en casa, dejaría de ver el telediario nocturno para
no perder mi felicidad desconectada. No lo hice, claro, primero porque no vivo
solo, segundo porque, a pesar de todo, te pica la curiosidad sobre lo que está ocurriendo
en el mundo y tercero, el punto más dudoso, por no substraerme a esa especie de
solidaridad internacional a la que te invita un planeta globalizado. ¿Puede uno
en el momento presente, moralmente hablando, no compartir los infortunios y
penalidades de nuestros hermanos por más lejos que éstos se encuentren? Así, estos
días, el hundimiento de un barco lleno de estudiantes en Corea del Sur ha sido
un aldabonazo de tristeza.
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