Las ideas se las sirve el yo
ocurrente al yo ejecutivo para que éste, pues eso, las ejecute, como explicó en
su día José Antonio Marina. He de decir que, de un tiempo a esta parte, a mi yo
ocurrente no se le ocurre nada, o muy poca cosa, lo que implica que yo ejecute
muy poco. O en román paladino: no tengo ideas y por lo tanto no tengo palabras.
Cero escritura. El cursor parpadea, parpadea, parpadea... y nada. En el
desierto pues, a la espera del agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario