Contemplo con emoción a los
alumnos que, tras terminar 2º de bachillerato, pasan por secretaría para
matricularse en la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad). Terminan una etapa
y empiezan otra; atrás queda el instituto y delante la universidad; atrás
familia y delante residencia o piso. A pesar de haber vivido yo también este
tránsito no soy capaz de ponerme en su piel. Recuerdo sólo a medias cómo era yo
en aquel entonces, qué sentía, qué quería, qué esperaba. El hecho de que fuese
a estudiar teología en la Universidad Pontificia de Salamanca no marcaba para
mí ningún camino totalmente claro. Tendría que ir viendo, viéndome. El primer
trimestre lo pasé fatal: la salida del nido materno me pesó hondamente. Poco a
poco las cosas se fueron después componiendo. ¡Pero qué lejos queda ya todo esto!
Y nada añoro pues no soy yo ser de nostalgias.
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