sábado, 10 de mayo de 2014

Te quiero

Quien está suelto para el gesto afectivo: un beso, un abrazo, una caricia, puede que también lo esté para su pronunciación y por eso dirá, sin embarazo alguno, “te quiero”. Pero puede ocurrir que se dé lo segundo sin lo primero, cosa que yo nunca hubiese imaginado, tal como lo vi en la película Mud, de Jeff Nichols. En ella, uno de los adolescentes protagonistas, Ellis, le dice a su padre en una ocasión en que se despedían: “te quiero”. No hubiera estado de más que el padre le hubiese acariciado la cabeza, o palmeado el hombro, o que se diesen un abrazo incluso, pero parecía que para esto estaban menos preparados. Pero el “te quiero” sonó tan verdadero, tan dulce, tan sólido, tan entrañable, que casi lo puso todo.

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