jueves, 4 de septiembre de 2014

Otro verano

Este verano no ha sido lujoso de sol y calor, como el del año pasado, lo que ha disgustado a unos y gustado a otros. Yo me cuento entre los primeros sólo en la medida en que me ha procurado menos tardes de lectura bajo la enramada del kiwi: si el día está fresco, a la sombra hace todavía más fresco y no puede uno estarse quieto y sentado, leyendo tranquilamente. Pero aconteceres climatológicos aparte, han sido unas vacaciones dichosas y serenas. El hiato que abren las vacaciones estivales en el curso del año es francamente delicioso: no hay que madrugar, no hay que vestir las pesadas prendas de invierno, la semana deja de ser un rápido lunesmartesmiércolesjuevesviernessábadodomingo, se ven pasar a montones de peregrinos, las claras de limón en las terrazas son mucho más sabrosas, los libros, siempre un paraíso, lo son todavía más, y también las películas; unas sobrinas se van a Dinamarca, una hermana se va a Nueva York, se va otra con su familia a Menorca, me voy yo a Austria y volvemos todos con los ojos llenos de cosas nuevas; a Emilio, misionero en Camerún, lo veo de nuevo, tres años después de haberlo estado con él en este país africano, manteniendo crecidas las llamas de la amistad. Sí, el verano está a un paso de ser el paraíso.

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