Me ha acompañado Vivaldi mejor de lo que lo
había hecho Bach en días anteriores. Las
cuatro estaciones suenan siempre como si las escuchases por primera vez.
¡Cuánta es su frescura! Y no sólo ellas: otras piezas del compositor italiano
se convierten estos días en una pequeña fiesta. Después de mucho tiempo sin
escuchar música clásica he sentido de nuevo la necesidad de hacerlo. Mi
auditorio es el coche: por el salpicadero van pasando compositores e
intérpretes. En él, envuelto por la música, se va uno por la mañana al trabajo
y retorna a mediodía; es siempre un pequeño refugio, que te protege del calor y
del frío, y ya puestos de las inclemencias del mundo.
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