Hay quien se cierra a los asaltos del
espíritu y decide que ya ha crecido todo lo que tiene que crecer, que ha
alcanzado su completa estatura humana. La posesión brillante de sus cosas
afianza su decisión; ellas, parpadeantes y seguras, le dicen una y otra vez:
“ya nos tienes, definitivamente, y por eso ya eres, definitivamente”.
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