Allí estaban, en semicírculo, las princesitas y los marineritos
el día de su primera comunión. Al finalizar la misa, J. conjuraba la
posibilidad de que fuera también la última. Lo será en la mayoría de los casos,
como siempre, pues no se le pueden pedir peras al olmo. Sólo las da el peral,
inexistente allí, en la misa de aquel domingo, por inexistente antes, y que lo
continuará siendo muy probablemente después. Los padres, olmos por falta de información
y de formación, imposibilitados para una vida eucarística continua, cumplen por
eso sólo lo que saben, a saber: bautizo –salto en el tiempo-, primera comunión
–salto en el tiempo- y confirmación. Luego los confirmados [sic] se emparejarán o contraerán
matrimonio civil, en deseable buena lógica, es decir, en deseable coherencia
con lo que no son: cristianos, de lo que me congratulo cuando así ocurre, que
es ya lo que se da mayoritariamente. Aquí, por lo menos, el olmo ya no
pretenderá dar peras porque sabe que es olmo y no peral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario