Guarda las formas, pero son vaina de su estilete, de su duro
buril. Educadamente, te pasa por el filo de su espada. No se percata de que sus
maneras son las que merecen un “¡esas no san maneras, hombre!”, y que hacen
tanto daño o más que un insulto. Si practicase la captatio benevolentiae, si entendiese que la verdad dura no exige
siempre un tono duro, que llamar al pan pan y al vino vino no equivale a arrojar
a la cara el pan y el vino, que es sólo justicia la sola justicia, que ser
suave no significa ser capcioso ni apocado ni condescendiente, si, como digo,
comprendiese todo eso, otro gallo le cantaría.
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