Uno de los aspectos más hermosos de mi tiempo dedicado a la
escritura es la espera de ella, vuelto hacia la izquierda, con mi siniestra
pierna puesta en un cojín encima del apoyabrazos del butacón de castaño, y
entregado a la contemplación de las nubes. Me siento tan cómodo y feliz que,
venida una idea, me cuesta abandonar mi contemplación y ponerme a escribir. Más
de una he dejado escapar por no dejar yo escapar a las nubes.
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