Al final ha resultado ser un aliado ese fondo mío de angustia,
que la bendita psicofarmacología mantiene bien sujeto, al obligarme a ralentizar
mis movimientos haciendo acopio de serenidad y lentitud. Tengo grabado el día aquel
de hace un montón de años en que, tras aparcar en Santiago y caer en la cuenta
de que no iba a llegar a tiempo al cine, lo que me exigiría echarme a correr,
me dije: “No. Párate Suso. Es más importante tu tranquilidad”. Y me paré, y
desde entonces me sigo parando, no para quedar pasmado sino para vivir y hacer
las cosas con sosiego. Otra vez un felix,
felix angustia en este caso.
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