El viernes pasado, 4 de marzo, día de celebración del carnaval en los centros de enseñanza, un alumno de bachillerato del nuestro se disfrazó de Jesús con la cruz a cuestas. Me sorprendió. No sé si tendría que haberme indignado o sentirme ofendido. Lo único que se me ocurre ahora es llevarlo al terreno de la ficción planteando la siguiente situación. Se trataría de un alumno que, harto de las burlas de las que ha sido objeto por parte de un avinagrado profesor de religión, planea vengarse apareciendo en la mascarada disfrazado de Nazareno y con un rótulo colgado del cuello cuya leyenda sería el paulino “Revestíos del Señor Jesucristo”. Este cogollo se lo entregaríamos después a una rediviva Flannery O’Connor, que nos contaría como todo el plan del alumno se vuelve contra él en un soberbio golpe de la gracia, cuya onda alcanzaría también al cejijunto cura.
2 comentarios:
Supongo que ese alumno no quedará sin pago por lo que hizo: disfrazarse de Jesús, ya fuera que lo hiciera por burla o por ignorancia, tiene que marcar a alguien. Y con la Cruz a cuestas cuesta hacer una broma, así que hay algo extraño en todo ello: o que estemos en una sociedad post-post-cristiana o que el disfraz -como el tatuaje de Parker del cuento de Flannery responde a una necesidad interior que no se ha acabado de comprender, pero que se intuye.
Ahora lo que tendrías que hacer es ir a preguntarle a ese alumno qué sintió y por qué lo hizo.
Todo lo que tú dices lo tuve en mente: en qué tipo de sociedad estamos, saber qué intención animó al chaval, y la espalda de Parker. En un primer momento pensé en seguir el primer derrotero: reflexionar sobre la sociedad post-post-cristiana. En otro momento, imaginar los posibles motivos que empujaron al alumno. Y tercero, Parker, o sea Flannery, por el que finalmente tiré.
Y sí, lo que tendría que hacer es lo último que dices, interrogar al alumno.
Publicar un comentario