jueves, 31 de marzo de 2011

Ptolomeo

Hace unos días decidí ir a la costa para escuchar el sonido del mar y ver el atardecer. Me senté en una roca y clavé los ojos en el sol, dispuesto a acompañarlo en su descenso hasta la línea del horizonte. Apenas si desvíe la mirada de él durante todo este tiempo, que duró más de media hora, lo cual no requirió de mí apenas ningún esfuerzo pues el sol me había prendido y yo me dejé querer. Al fin, muy poco a poco, se hundió del todo en el mar. Me acordé complacido de Ptolomeo.

(El milagro cigüeñil que se contó aquí tuvo como causa, parece ser, la destrucción de su nido por parte de unos imbéciles. Se trata una pareja que llevaba dos o tres años en un aldea que está a cinco quilómetros de Silleda. Ahora se entiende que aparecieran en marzo, cuando tendrían que haber llegado en enero o febrero. Por tal razón, más bienvenidas seáis, amigas cigüeñas).

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