En cada edad la sonrisa tiene su luz. La de un anciano, asentándose sobre la decadencia del final de los días, le hace a ésta un guiño cómplice, haciendo suyas las palabras de Gil de Biedma: “Envejecer tiene su gracia”. Esta gracia que salta en los rostros de nuestros mayores es uno de los más tiernos regalos que nos hace la vida.
2 comentarios:
Creo que lo que pasa por la cabeza de un viejo, no nos lo podemos imaginar los más jóvenes. Están a otra altura.
Bueno, sobre los viejos que tiene uno cerca si es posible imaginar lago, ¿no? Digamos que están a una altura accesible.
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