“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?” (Mateo 5, 46) ¿Somos de verdad buenos publicanos y amamos a los que nos aman, como afirma aquí Jesús? En general sí, claro, no vayamos a ser tan puntillistas que neguemos esta obvia realidad. Pero ¡cuántas excepciones a nuestro derredor! Hermanos que han dejado de hablarse por cuestiones de herencia, jóvenes y adolescentes que maltratan a sus padres, padres olvidados por sus hijos en las residencias, hijos que no reciben de sus padres todo el amor que necesitan, cónyuges enredados en una mutua destrucción. ¡Ah, quien fuera siempre un publicano intachable y amara siempre y de verdad a los que le aman! “Concédeme Señor amar a mis enemigos y rogar por los que me persiguen, pero que no me descuide con los míos para ser siempre el buen publicano que tú afirmas que soy”.
2 comentarios:
Qué buena reflexión, Suso. ¡Ojalá fuéramos, al menos, tan buenos como los buenos publicanos! En Jesús de Nazaret Benedicto XVI explicaba que los publicanos se han quedado con mala prensa para siempre, cuando en realidad era gente que se tomaba muy en serio la religión y la moral: quizá equivocadamente, pero con seriedad.
Sí, ojalá amáramos a los demás -al menos- como los publicanos amaban a sus cercanos.
Ya que no somos el buen samaritano, por lo menos, de ser publicano, serlo bueno.
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