jueves, 26 de marzo de 2015

Mis amigos los actores

Leídos algunos titulares y los artículos y columnas de los de siempre -cinco, seis, siete autores-, paso páginas impresas y páginas digitales sin que nada me interese salvo las entrevistas a actores y actrices. Allí que veo una allí clavo mis ojos. He estado últimamente con Robin Wright, con Matthew McConaughey, con Penélope Cruz y con Colin Farrell. Robin Wright dice que “lo mejor de hacerse mayor es que uno deja de preocuparse de pequeñeces”. Matthew McConaughey habla de su padre: “Me enseñó muchas cosas. A ser responsable y autosuficiente. A no decir que no puedes. A no mentir”. Penélope Cruz, tan adicta al trabajo en otro tiempo, supo levantar el pie del acelerador. “El personaje de tu propia vida es otra planta que también hay que cuidar, porque si no se seca. Y paré”. Yo, que soy emocionalmente muy pro-Irlanda, siempre me encuentro muy a gusto con los que tienen ascendencia irlandesa: “Es que ser irlandés, dice Colin Farrell, te deja una marca indeleble. Tiene que ver con el carácter de nuestra gente y nuestro aprecio por la vida, pero también con nuestra melancolía. La tierra, en sí misma, te persigue. Te vuelve loco. No es una belleza suave, tiene cierta tristeza asociada. Hay partes del país que te emocionan con solo mirarlas”.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Habitar un libro

¿Cómo ha de ser la lectura que logre que habitemos un libro y que un libro nos habite? ¿De qué manera podemos conseguir que nos acompañe siempre? ¿Cómo se crea poso, sedimento, raíz? Volviendo al libro, abriendo de nuevo sus páginas y demorándonos en él todo lo que haga falta, con él respirando, con él viviendo, con él caminando: con las suplicantes, con Orestes, con Prometeo, con Héctor, con Ulises, con Áyax, con Filoctetes, con Edipo, con Antígona, con Heracles, con Ana Ozores, con Fausto...

jueves, 19 de marzo de 2015

Quien insiste gana (a Dios)

“Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, (un funcionario real) fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: ‘Como no veáis signos y prodigios, no creéis’. El funcionario insiste: ‘Señor, baja antes de que se muera mi niño’. Jesús le contesta: ‘Anda, tu hijo está curado’” (Juan 4, 48-49). Insistió una vez el funcionario y su ruego fue escuchado. La mujer cananea, que quería la curación de su hija (Mateo 15, 21-28), se la pidió a Jesús: “Ten compasión de mí, Señor” (v. 22). Jesús “no le respondió nada” (v. 23). Los discípulos interceden entonces en su favor y “él les contestó: ‘Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel’” (v. 24). La madre insiste: “Señor, ayúdame” (v. 25). Pero Jesús le responde: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” (v. 26). La madre insiste de nuevo, ahora con un argumento de peso: “Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. Y, ahora sí, Jesús cumple su deseo y su hija queda curada.
Con Jesús, quien insiste gana. ¿No es acaso lo que él mismo enseñó con la parábola del amigo inoportuno: “Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’; y, desde dentro, aquél le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos’; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite” (Lucas 11, 5-8). A Dios hay que molestarlo, con él hay que ser inoportuno: sólo así no lo molestamos, sólo así somos oportunos. Quien insiste e insiste gana.
Es precisamente esta fe insistente, “molesta e inoportuna” la que querría encontrar el Hijo del hombre en su segunda venida: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra” (Mateo 18, 8), la de los “que claman ante él día y noche” (v. 7) Está perícopa había comenzado, en el versículo 1, así: “Les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer”, y en la parábola volvemos a encontrar la “molestia” y la “inoportunidad”, es decir la insistencia: “Como esta viuda (habla el juez) me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme” (v. 5).
Ya que acabo de volver a ver Ordet, de Carl Theodor Dreyer, traigo a colación el siguiente diálogo entre el patriarca Borgen y su nuera Inger:
Borgen:
He esperado tanto a que se cure (su hijo Johannes), que creo que no se curará nunca.
Inger:
¿Por qué piensas eso?
Borgen:
Hoy en día ya no existen los milagros.
Inger:
Nada es imposible, si se lo rogamos a Dios.
Borgen:
He rezado y rezado, Inger.
Inger:
Debes seguir rezando. El propio Jesús nos dijo que todo lo que se rezara, nos lo concedería.
Borgen:
Lo sé, Inger, Lo sé. ¿Pero de qué han servido mis plegarias?
Inger:
¿Qué sabes tú del fruto que han podido dar tus oraciones? Reza y sigue rezando, aunque no le encuentres sentido.

viernes, 13 de marzo de 2015

Aforística

Si el paso del tiempo cura las heridas, ¿qué no curará el paso a la eternidad?

Mientras no se confiesan emociones y sentimientos no se comunica en verdad nada íntimo.

Un libro es un amigo que nos acompaña en un tramo de nuestra vida: no le pidamos más.

sábado, 7 de marzo de 2015

Mi tía Pepa y el diablo

Mi tía Pepa nos contó el sueño más horroroso que había tenido en toda su vida, uno que le hizo castañetear los dientes y el alma. Delante de mí, comenzó diciendo, veía la ladera de un monte, llena de cuevas. De repente, de una de ellas salió un joven y detrás de él muchos más, varones y mujeres, algunos bastante difuminados. Comenzaron a atentar contra la virginidad practicando el sexo de una manera bruta, bestial. Después subieron a las cuevas. Pasado un rato salieron otra vez de ellas, corriendo ladera abajo, a escarnecer la virginidad con su sexualismo atroz. La tercera vez quien salió fue un monstruo horrible: su cabeza tenía la forma de un pez muy conocido, cuyo nombre no recuerdo ahora, de color rosáceo. Desperté espantada pero seguía viendo el monstruo. Comencé a rezar el credo con energía y temblor: ¡¡Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo...!! Entonces, poco a poco, el monstruo comenzó a desmoronarse, y el ruido que hacía al quebrarse era muy parecido al que se produce cuando astillamos el marisco con las manos. No podéis imaginaros qué miedo pasé. Se lo conté pasados unos días a mi párroco, del que tantas veces me oísteis hablar, majísimo, muy buen sacerdote, y me comentó que no sabía qué pensar de mi sueño, son asuntos difíciles de interpretar. Pídele si acaso a Dios, me dijo, mayor fuerza y humildad para ponerte totalmente en sus manos, pues sin él no podemos nada. A muchos santos, añadió a continuación mi madre, se les aparecía el diablo y con un Ave María lo espantaban. Yo tengo metido en la cabeza, así os lo digo, terminó afirmando mi tía, que lo mío fue también asunto del diablo.
No seré yo quien lo niegue.

jueves, 5 de marzo de 2015

El griego que hay en nosotros

En esta entrada decía que Jesús apelaba a nuestra necesidad de premio y a nuestra necesidad de heroísmo para animarnos a amar también a los que no nos aman. En esto somos herederos de los griegos. ¿Qué esperaban sus héroes sino recompensas y gloria tras el logro de sus hazañas? Se podría acudir a multitud de textos de la literatura griega clásica para comprobarlo. Yo cito el que tengo ahora delante de mis ojos, en la Ilíada, canto X: “Si se entera de esto y consigue llegar sano y salvo, / bajo el cielo, entre todos los hombres, habrá conseguido / una gloria muy grande y también una gran recompensa” (traducción de Fernando Gutiérrez). Al griego que hay en nosotros apela nuestro Señor.

martes, 3 de marzo de 2015

Tan de los hombres

Cuando nos exhorta Jesús a llevar nuestro amor más allá de los que nos aman y de nuestros hermanos (Mateo 5, 46-47), antes de apelar a la motivación mayor: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (v. 48), apela a dos motivaciones menores: nuestra necesidad de reconocimiento, de ser premiados: “Si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?”, y nuestra necesidad de heroísmo: “Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?” Bien que nos conoce Jesús, pues nos hizo, y nos hizo y nos quiso así, tan “impuros”, por decirlo de alguna manera, con esas necesidades tan nuestras, tan de los hombres. 

viernes, 20 de febrero de 2015

El ayuno que Yo quiero

El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne (Isaías 58).
 Y nosotros con nuestros ayunitos, con nuestras tonterías.

martes, 17 de febrero de 2015

Una peligrosa izquierdista

Se ha muerto una peligrosa izquierdista. Nunca una mujer conservadora y de derechas supo encarnar tan bien los mejores valores de la izquierda: la honestidad, la solidaridad, la rebelión ante la injusticia, la lucha por un mundo mejor, el trabajo tenaz y bien hecho, el apoyo incondicional a los más débiles, la tolerancia y la práctica constantes de la escucha para aprender y modificar sus opiniones. Y para nosotros, sus hijos, una bendición: un continuo ejemplo de bondad y amor sin condiciones.
Palabras de mi amiga A. sobre su madre, recientemente fallecida. Descanse en paz.

viernes, 13 de febrero de 2015

Desnudado por la cámara

Le pedí a una persona amiga que me hiciese unas fotos que necesitaba. Estábamos en su casa. Para que me relajara y me encontrase a gusto delante de la cámara, empezó a hacerme preguntas sobre mi vida, preguntas en verdad íntimas y que yo contesté con algo de apuro pero al mismo tiempo completamente confiado; me sentía “amistosamente” atrapado bajo el foco de la cámara que ella manejaba, siervo de ella, de ellas debiera decir, que se había adueñado de la escena. Lo que nunca jamás me hubiera preguntado en cualquiera otra situación, lo hizo ahora, como si en la cámara encontrase al mismo tiempo una excusa y un aliado; yo, que no veía su cara, me sentía impelido a responder como si estuviera bajo las órdenes de un interrogador profesional a cuyos pies caían los cerrojos de mi intimidad. Entre la perplejidad y el contento, la situación se prolongó mientras duró la sesión de fotos. Todo fue extrañó y al mismo tiempo ligero, sin tensión. Nunca hubiese imaginado que X, tan celosa de su intimidad, acertase a desnudarme con la ayuda de una cámara. Con razón se negaban los nativos de ciertas tribus a ser retratados, temiendo que las fotos les robasen el alma.

jueves, 12 de febrero de 2015

Dios nos prepara para Dios

Medio tenía el purgatorio por un “lugar” en el que la purificación se obraba en nosotros por agentes desconocidos y abstractos, hasta que caí en la cuenta de que, pura obviedad, el sujeto purificador no podía ser otro que Dios. Es el mismo Padre que nos espera con los brazos abiertos en su Reino el que nos limpia para que estemos en condiciones de entrar en él. Dios nos prepara para Dios. Y suspiré aliviado: en el purgatorio no estaremos solos.

martes, 10 de febrero de 2015

Esperanzas menudas

Esperanzas menudas, alegrías modestas, deseos no más grandes que canicas, nos ayudan a vivir, tiran de nosotros hacia delante.

lunes, 9 de febrero de 2015

El hisopo de Xosé

Xosé, mi párroco, cuando asperja asperja pero bien, casi daría que nos ducha pues de su hisopo, que él se encarga de que se cargue bien de agua, nos caen auténticos goterones lanzados por el movimiento enérgico de su mano. No se anda con tonterías, con gotitas, y a mí me parece estupendo.

sábado, 7 de febrero de 2015

La ira del manso

¿En qué quedó la mansedumbre de Jesús cuando, al acercarse la Pascua de los judíos y subir a Jerusalén, al entrar en el templo y encontrarlo lleno de vendedores y cambistas, con un azote de cordeles echó a los primeros, junto con las ovejas y bueyes que vendían, y volcó las mesas de los segundos (Mateo 21, 12)? Debo creer que quedó donde estaba, en su corazón, pues no necesitaba salir de él para hacerle sitio a la ira, y ser así la suya la ira del “manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 29). La justicia de Dios es la del Dios de la misericordia y la ira de Jesús es la del Jesús de la mansedumbre, del que curó enfermos, resucitó a los muertos, perdonó a los pecadores, del que pone la mejilla para que le abofeteen la otra, del que da también el manto cuando le quitan la túnica, la del que va dos millas con quien le he pedido que vaya una, la del que no resiste el mal y es por ello apresado, flagelado, escupido, burlado, portante de su cruz y en ella clavado, la del que perdona a quienes lo crucificaron. ¿No ha de ser por eso santa y justa la ira del varón de dolores, la del cordero degollado, la de quien, tras resucitar, nos dice “mi paz os dejo, mi paz os doy”? Ira de paz, que no mata, sino que se deja matar.

viernes, 6 de febrero de 2015

La blasfemia contra el Espíritu

“Cualquier pecado o blasfemia serán perdonados a los hombres, dice Jesús en el evangelio de Mateo, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada” (Mateo 12, 31). Pero entonces tiene que tratarse de una blasfemia de la que no pueda arrepentirse el hombre y pedir perdón por ella, un pecado por tanto en el que la persona queda por completo aherrojada, identificada con él de modo absoluto, sin vuelta atrás. Si ha llegado a este extremo ha llegado a entonces a la auto-condenación, que es aquel estado en la que el hombre se encierra por completo en sí mismo, se excluye para siempre del alcance de la gracia y rechaza a Dios por toda la eternidad. Blasfemar contra el Espíritu es en consecuencia gritar un horrísono “¡Vade retro, Espíritu, nada quiero ver contigo, me alzo contra ti y conmigo me basto!”

jueves, 5 de febrero de 2015

Igualar las suertes

¡Qué torturante es la desigualdad entre los destinos de las personas, de las generaciones, de los pueblos! Buena fortuna para unos, mala fortuna para otros, a ratos buena a ratos mala para otros tantos; pueblos libres y pueblos esclavos; generaciones florecientes y generaciones masacradas; niños que llegan a vivir noventa años y niños que se mueren de hambre nada más nacer; hombres mecidos por la felicidad y hombres que sufren las torturas más salvajes; los que, a tiempo, escaparon de la Alemania nazi y los que no pudieron escapar; los que acabaron en el gulag y los que se libraron de él; los que lloraron siempre y los que casi siempre sonrieron; los aterrados por crueles enfermedades y los que no pillaron ni un resfriado en toda su vida; los que pudieron ser lo que quisieron ser y los que, perdiéndose, no acertaron a serlo; los culpables que no fueron inculpados y los que, siendo inocentes, sufrieron la pena capital. ¿Por qué no fui un judío buscado, atrapado, transportado, internado, esclavizado, muerto? “¿Por qué a mí?”, gritan unos. Los otros, en cambio, no gritan “¿por qué no a mí?” El peso de la eternidad tiene que remediar todo esto, tiene que igualar las suertes en un destino final de dicha absolutamente reparadora, para que todos entendamos y aceptemos.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Seguid

¿Nos respaldan las generaciones que nos precedieron, todo el mundo anterior a nosotros, con este mandato: “¡Seguid, estáis vivos!”?

lunes, 2 de febrero de 2015

En algún lugar algún día

Me sigue visitando en los sueños con una demanda infinita de ese diálogo que, iniciado en la infancia, se interrumpió en algún momento de nuestras vidas. Pero seguramente interpreto mal las cosas. La demanda no es la que él me hace a mí sino la que le hago yo a él, pues soy yo quien lo sueño. Lo más probable es que no tenga lugar nunca la prosecución de ese intercambio de vida porque sería yo el primero en evitarlo, por timidez, por miedo, aunque a regañadientes. Me gustaría que el azar lo forzara, que nos juntara en algún lugar algún día.

viernes, 30 de enero de 2015

Apuntes sobre Kaurismäki

En todas las películas en color de Kaurismäki aparece el mismo tipo de azul, que le otorga a sus películas una fría calidez. Combina muy bien con el rojo, que quizá sea, con el azul, el otro color dominante. Todos los colores que aparecen en los filmes del director finlandés son sólidos, están bien delimitados, no hay vaguedades ni delicuescencias. Las atmósferas cromáticas son limpias, realistas, desahogadas. Se lo debemos a su magnífico director de fotografía, Timo Salminen.
Es raro que no veamos en algún momento del transcurso de sus historias la actuación de un grupo de pop, cantando en inglés o en finlandés. La cámara se fija en la guitarra eléctrica, en la batería, en el contrabajo, en el cantante. Siempre será un momento vivaz, a un tiempo nostálgico y esperanzado. Menudean también los radio transistores, los tocadiscos, y las antiguas gramolas Seeburg en las que, tras introducir una moneda, se apretaba el botón de la canción que queríamos escuchar.
La cámara cae a veces sobre un personaje que aparece en escena como si fuese una pistola que lo apunta, o un foco de luz que lo atrapa: estupefacto o circunspecto, el compareciente nos parecerá una suerte de Buster Keaton, con su misma cara de palo.