viernes, 30 de enero de 2015

Apuntes sobre Kaurismäki

En todas las películas en color de Kaurismäki aparece el mismo tipo de azul, que le otorga a sus películas una fría calidez. Combina muy bien con el rojo, que quizá sea, con el azul, el otro color dominante. Todos los colores que aparecen en los filmes del director finlandés son sólidos, están bien delimitados, no hay vaguedades ni delicuescencias. Las atmósferas cromáticas son limpias, realistas, desahogadas. Se lo debemos a su magnífico director de fotografía, Timo Salminen.
Es raro que no veamos en algún momento del transcurso de sus historias la actuación de un grupo de pop, cantando en inglés o en finlandés. La cámara se fija en la guitarra eléctrica, en la batería, en el contrabajo, en el cantante. Siempre será un momento vivaz, a un tiempo nostálgico y esperanzado. Menudean también los radio transistores, los tocadiscos, y las antiguas gramolas Seeburg en las que, tras introducir una moneda, se apretaba el botón de la canción que queríamos escuchar.
La cámara cae a veces sobre un personaje que aparece en escena como si fuese una pistola que lo apunta, o un foco de luz que lo atrapa: estupefacto o circunspecto, el compareciente nos parecerá una suerte de Buster Keaton, con su misma cara de palo.

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