viernes, 20 de abril de 2012

Dos tiempos a un tiempo


Creo que tiene mucha razón Francisco Umbral cuando dice que “quizá el tiempo de los filósofos no sea otro que el tiempo de los meteorólogos. El clima me parece la epifanía del tiempo metafísico”. Cada estación tendría entonces  su propia metafísica, que no sería otra que su propia física. Y, al final, debiera triunfar la de la primavera y el verano, eclosión y plenitud de la vida, frente al apagamiento y muerte del otoño y el invierno.

jueves, 19 de abril de 2012

Hace buen tiempo



Hace buen tiempo. Llueve por fin. Finísimas gotas afeitan los cristales. En otra hora los azotan hasta el delirio.

miércoles, 18 de abril de 2012

Sexo sin amor


En los encuentros sexuales presididos por el único interés de procurarse placer, ¿se peca contra la dignidad del cuerpo y del sexo, a los que sólo el amor situaría a su verdadera altura? ¿Contra la de este mismo amor, que se vería así desplazado por el mero deseo? ¿Contra la dignidad de los dos sujetos, que perderían en este primer peldaño su vocación más alta? ¿Se rebaja el ser humano cuando practica el sexo sin amor? ¿Tiene que esperar a que se encienda esta segunda vela para no abrasarse en la de la mera apetencia del otro? Tales encuentros, cuando no gozan de la plenitud que ciertamente sólo el amor les otorga, ¿siempre y en todo caso son torpes? ¿Hay sólo culpabilidad y ninguna inocencia en el libre juego de los deseantes?

martes, 17 de abril de 2012

El baile de agosto

-Bailo yo.
-Y yo.
-Y también yo.
-Y yo.
-¡Y yo!
-¡Bailamos todas juntas! -dijeron a coro las cinco hermanas, dando vueltas formando una rueda cada vez más rápido, hasta que la velocidad fue tanta que comenzaron a elevarse.
-¡Bailamos para volar! -gritaron otra vez, mientras ascendían hacia el cielo.
Y sabían que sólo así, sin parar de dar vueltas con las manos juntas, podrían seguir volando, pues sueltas las manos y dejada cada una a su suerte caerían fatalmente a tierra. De la unión nacían las alas, la anulación de la gravedad, que las hacía ligeras como plumas, de la fraternidad íntima que las convertía en aves uncidas a un solo corazón.
(Inspirado en El baile de agosto, de Pat O´Connor)

Sed de mal


Monstruo grasiento, que babea, que miente, que muerde. Aun así hombre, hinchado, globo fútil, abultada y patética carne. Explotará un día de tanto vacío, tanta grasa, tanta mierda creciéndole por dentro. Es una araña que devora y engorda, y engorda, mole echada a rodar por la pendiente del infierno.

(Inspirado en Sed de mal, de Orson Welles).

lunes, 16 de abril de 2012

La humillación


-No me mire así, se lo suplico.
-Te miro como me da la gana.
-Por favor...
-¡Por favor, por favor! ¿No sabes decir otra cosa?
-¡Déjeme!
-¡Ja, ja, ja, ja, ja!
-¡Déjeme, márchese!
-¡Oh, pobrecito! ¿Te echarás ahora a llorar? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
La risa sigue creciendo y creciendo. El hombrecillo, en el suelo, esconde la cabeza entre las piernas. Sus lamentos explotan en llanto. El gran hombre, afinando aún más su crueldad, roza su cara con las yemas de los dedos haciendo como que lo acaricia. El pequeño intenta eludirlo ovillándose tanto como puede.
-No existes.
-¡Marche, déjeme!
-No existes, gusanito, no eres nada.
-¡...!
-¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Y otra vez la risa le taladra las entrañas, obligándolo a recogerse más sobre sí mismo.

sábado, 14 de abril de 2012

Comunión


-No aguanto más, quiero morir.
-Mamá, ten paciencia.
-¡Ay hija, ya no quiero tener más paciencia! ¡La tuve toda, toda!
-Mamá, es sólo un momento, el dolor pasará como las otras veces. Ya lo verás.
-Sí, hija, lo sé, pero cuando viene es tan fuerte, tan insoportable, tan... ¡Oh, Dios mío!
-¡Mamá, mamá!
-Hija, qué difícil es no maldecir y...
-No mamá, no lo hagas. Alguien está bebiendo contigo este cáliz, esta amargura. Mira, ¿lo recuerdas? Es el crucifijo que me regalaste en mi primera comunión. Lo llevo siempre conmigo.
-Sí, claro que lo recuerdo. En aquella época todavía creía. Pero desde lo de tu padre, ¡oh, Dios!, desde aquello mi fe fue resbalando, resbalando, y ahora, ahora...
-Ahora sigue siendo posible, mamá. Basta que lo pidas, que lo quieras realmente.
-¿Lo harás tú conmigo, hija mía, pedirás conmigo que me sea devuelta la fe?
-¡Claro que sí, mamá! Rezaremos juntas, como cuando yo era pequeña.
-Entonces, yo... ¡Pero no sé, no sé rezar!
-Sí que sabes, mamá, sólo tienes que decir la primera palabra y lo demás vendrá sólo. Yo lo haré contigo.
-Señor... -alcanzó a decir la enferma.
-Señor... -repitió la hija, acudiendo en ayuda de la trémula voz de su madre.

Fanny Pelopaja


Mujer tirada, sodomizada, lamida, arañada: te encontraron en la habitación de un hotel, con la vista y la razón perdidas, debajo de un hombre muerto por el puñal que tú le habías clavado en la espalda. El precio de tu justicia fue desvanecerte, desaparecer, mudar de mundo, pues este ya no lo soportabas; aguantaste lo justo para castigar a quien tenías que castigar, aunque para eso tuvieras que sentir otra vez sobre tu cuerpo destrozado el peso de su cuerpo.
Parecen las vidas destinos que se cumplen, fatalidades que se realizan, cuando se llega a un punto sin retorno. Lo que haya debajo de la locura, más allá de la conciencia, lo sabe Dios. Algo tiene de sagrada cuando oculta tanto a una persona a nuestra vista que sólo vemos su sombra, o ni siquiera eso.
(Inspirado en Fanny Pelopaja, de Vicente Aranda).

jueves, 12 de abril de 2012

¡Puta!


“¡Puta, más que puta!”, le grita. Con los ojos desorbitados y conteniendo a duras penas un ataque de cólera, se da la vuelta y se precipita por la puerta, escaleras abajo. Lo último que ella le oye decir es una blasfemia.
Él, que presume de haber “olido las entrañas de todas las mujeres” que ha hecho suyas, cae ante este cuerpo que su olfato codicioso no puede traspasar. Por eso una y otra vez vuelve, la posee, la olisquea con avaricia, y otra vez su rastreo termina con derrota. Siempre acaba ella en la esquina, tapada con el cobertor, después que él la desplaza con sus gritos hacia ese rincón y, desaforado, la conjura: “puta, puta, puta”.

miércoles, 11 de abril de 2012

La mujer pantera


El beso era su primer mordisco, el que anunciaba los que vendrían después, cuando ya se hubiese convertido en felina, como si besar fuera ya morder y morder continuase siendo un beso. En un crescendo del que nos informa el poeta -“mirar, tocar, besar, lamer, morder” (Félix Grande)-, su deseo terminaba siendo antropófago, caníbal, desgarrando y engullendo el cuerpo del deseado.

(Inspirado en La mujer pantera, de Jacques Tourneur).

Hasta que llegó su hora


Con la mirada fija e inmóvil de unos ojos azules tan cerrados que apenas conforman algo más que una estrechísima línea, va por la vida en busca del hombre al que quiere matar. De él dicen que casi no habla, y que toca una armónica de la que extrae una melodía misteriosa. Cuando esta se hace sentir, aparece, se manifiesta, como viniendo de un lugar sin nombre, más allá de todo, en medio de sensaciones sobrehumanas. No dejó tras de sí historia sino leyenda, y en esta ¿quién logró aprehender algo que tuviese carne, que fuese definitivo y exacto? Nadie, y por eso es la suya una estela de fantasma. Precedido siempre por su música hechicera, que lo envuelve como un nimbo del demonio, sigue la pista de aquel que acaso sea tan poco humano como él: un enviado de Satanás a la búsqueda de otro hijo del infierno.
(Inspirado en Hasta que llegó su hora, de Sergio Leone).

lunes, 9 de abril de 2012

El último de los samuráis


Ágil, certero, letal, matas a quienes mataron tu paloma blanca. Cuando la encontraste a tus pies, fulminada, surgió en ti el ángel vengador, la terrible espada, y fuiste después serpiente, felino, hasta barrerlos. No hubo piedad. ¿Quién te hizo así, samurái?
La mole de tu cuerpo te abre el camino entre las tinieblas, como un rinoceronte caminando por la jungla. Aliado de la noche, recorres las calles de la ciudad desierta, que tú llenas de soledad. Tus ojos de animal antiguo escudriñan el vacío. Encontrarás a la niña que te dé la mano, que no te tema, y con ella caminarás hacia algún lugar, donde olvides tu sed de sangre.

(Inspirado en Ghost Dog o el último de los samuráis, de Jim Jarmusch).

domingo, 8 de abril de 2012

La ballena blanca


Vivir en lo lóbrego de los bajos fondos, entre la basura y las ratas, entre la pornografía y los asesinos. ¿Vivir? Vive Berto, con dos tirabuzones engominados que recorren su cabeza desde la frente hasta la nuca y un rostro siempre limpio y afeitado. Es guapo Berto, y no es canalla, por más que lo tienten las caricias del diablo. “Si bailas con el demonio, el demonio no cambia; es él quien te cambia a ti”: esta es su divisa, y con ella en la cabeza descarta las tentaciones, que le llegan a montones cada día. Quiere mantener las distancias, amurallado detrás del mostrador, junto a la caja registradora, en la sex-shop donde trabaja, con un libro en las manos que nadie adivina que lleva por título Moby Dick. Su mirada, que resbala de cuando en cuando por la carne orgásmica de las revistas, vuelve al libro y se recobra en el brillo de la ballena blanca, en la locura purificada del capitán Ahab. Los clientes pagan, preguntan por algo, y él promociona una vagina con pilas que acaba de llegar. Sonríe, es amable, hasta algo cómplice incluso, pues también le pagan por serlo, por hacer bien su trabajo. Pero cuando vuelve a estar solo, en medio de aquella selva colmada de un sexo multiforme y tentacular, Berto se sumerge de nuevo en busca de su ballena blanca.

(Inspirado en una escena de Asesinato en 8 mm., de Joel Schumacher).

sábado, 7 de abril de 2012

Sostener la muerte

Pudo mucho la muerte, matar al Hijo, y poco puede el ángel, sostenerlo apenas con sus manos. Un muerto demasiado grande para un ángel tan pequeño. Déjalo, pequeño ángel, deja que sea un peso muerto en manos de la muerte: no podrá con él y se romperá por eso en mil pedazos. Rota ella, surgirá él, entero, victorioso, para sostener nuestra muerte insostenible.

viernes, 6 de abril de 2012

Pietas


Se abraza con fuerza, con toda la ansiedad de su viejo corazón, al palo del que cuelga su hijo. “¡Si pudiese ser yo el mástil en que tú ondeases, oh hijo mío! Entonces no palo sino cuna sería para ti, tálamo, seno tuyo para siempre”.
¿Obtendrá su piedad este ansiado milagro? Algo, sobre el fondo de la noche, parece forzar esta solución sobrehumana.

miércoles, 4 de abril de 2012

Crecer


El equilibrio personal no puede ser a costa de desoír las demandas y llamamientos que la vida nos lanza a toda hora para seguir creciendo y haciendo más amplia nuestra morada. Si somos cubil tenemos que ser habitación, si somos habitación tenemos que ser casa, si somos casa tenemos que ser mansión, si somos mansión tenemos que ser castillo: siempre más, más grandes, más buenos, más abiertos. ¿Y cómo se conseguirá esto sin los desgarros y desequilibrios que traen consigo las dilataciones de un espíritu llamado a hacerse siempre más vasto? Aunque tampoco tengo por qué dudar de que haya hombres a los que les sea concedida una transición de una morada a otra suave, dichosa, sin apenas sufrimiento, como por una predisposición innata de su espíritu a crecer sin que tengan que hacerlo bajo la actuación “violenta” de algún tipo de dolor. Pero ¿en verdad existirán hombres o mujeres así?

lunes, 2 de abril de 2012

Verdad absoluta

La verdad absoluta nada sabe de absolutismos ni el imperio de la verdad de imperialismos. Siempre erguida, no usa espadas.