Los ojos más rasgados del cine actual los
tiene Charlotte Rampling; los más abiertos, Susan Sarandon. Me encantaría
verlos frente a frente en una película. Podrían ser hermanas, o primas, o
cuñadas, o policía una y delincuente la otra, o guardia de prisión una y
prisionera la otra, o política una y periodista la otra, qué sé yo. Después,
entre ambas miradas, afilada como un cuchillo la de Rampling, abierta como un
abismo la de Sarandon, una contienda de guante blanco y despiadada al mismo
tiempo, con un inesperado final.
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