sábado, 18 de octubre de 2014

La corrección

Alfonso abrió la puerta y nos dejó pasar a mí y a un joven vestido con una especie de sotana de color crema. A continuación había otra puerta y este joven pasó y no hizo lo mismo. Alfonso lo llamó de inmediato con voz potente:
-Oye, tú, ven, ve aquí.
El otro se da la vuelta sorprendido y parece no comprender lo que pasa.
-Ven, acompáñame.
Alfonso lo lleva hasta la primera puerta.
-¿Recuerdas? Yo abrí esta puerta y pasasteis tú y mi amigo.
-¿Es usted sacerdote? -pregunta inesperadamente el religioso como si sólo esta condición afease su conducta.
Alfonso continúa con su amonestación.
-Después tú no hiciste lo propio con nosotros. ¿Te parece correcto?
-Disculpe señor, tiene usted razón, no ha sido cortés mi comportamiento.
-Venga, hala, pasa.
Cuando el joven llega a la puerta de salida del edificio, la abre, y, con intención restitutiva, se pone a la espera de que nosotros pasemos primero pero Alfonso, ya complacido, le concede el paso a él. En un aparte y muy bajito, creo oír que me pregunta si Alfonso es sacerdote. Yo asiento con la cabeza. Parece que sigue pensando que su actitud no sería reprochable si Alfonso fuese un laico. ¡Menudo cabeza de chorlito!

No hay comentarios: