En el cine contemporáneo abundan las
películas con finales abiertos, abruptos, inesperados, paradójicos, finales que
no son realmente un “The end” a la antigua. Es como si tuvieran la intención de
dejar al espectador suspendido de una interrogación de modo que su cabeza las
continúe o las rumie, queriéndose ellas verse así prolongadas por su libertad,
o, incluso, por su confusión. La narración “cerrada”, clásica, habría dado paso
a la narración “abierta”, post-moderna; la primera se entregaría como un mundo
ya completo, la segunda como un mundo por hacer.
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