A la vaina de la futura mazorca le crece una melena granate que
uno imagina sobre unos ojos con pestañas primorosas, una nariz muy fina y unos
labios fruncidos y de color carmesí. Una señorita, pues, que con sus compañeras
compondría un coro señoritil donde los “¡oh! que escándalo”, “querida ya te
dije” y “estás monísima esta mañana” brisarían graciosamente las hojas del maizal.
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