Qué hermoso sería que pudieran decir de cada uno de nosotros lo que dijeron de Jesús: “pasó por el mundo haciendo el bien”. Si hay una vocación común y universal tiene que ser ésta, cuya exacta configuración dependerá después de la misión que cada uno deba llevar a cabo en el mundo. El bien florecerá entonces en millones de bienes distintos, aquí una mano en la frente de un enfermo, allí la elaboración de un vino exquisito, allá la ejecución inmejorable de una sinfonía. El bien hace bien, hace buenos, sana, alegra el corazón.
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