La perpetradora del desaguisado de Borja, Doña Cecilia Giménez,
sin quererlo ni saberlo fue fiel al retrato del Siervo de Yahvé que traza el
libro de Isaías en los capítulos 52 y 53: “Tan desfigurado estaba su semblante
que no tenía ya aspecto de hombre” (52,14). “Sin gracia ni belleza para atraer
la mirada, sin aspecto digno de complacencia” (53, 23). Pero el asunto es tan
chusco y disparatado que no me parece que permita ni siquiera una aproximación
de este estilo. Haría falta una ironía, un humor a lo divino, para obtener
algún tipo de jugo teológico.
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