Me ocurre a veces con los amigos casados o emparejados que tras la pregunta “¿cómo estás?” añado de seguido, antes que me respondan, “¿cómo estáis?”, como si con la primera estuviese faltando a la verdad del que, siendo antes uno en uno, es al presente uno en dos. Él, ella, es ahora un “asociado”, ante el que queda manco un “estás” que no se complete con un “estáis”.
En el caso de mi madre lo veo mucho más claro. Durante una larga etapa de su vida, cuando se le preguntaba “¿cómo estás?”, ella contestaba: “estamos bien”. Era una “personalidad corporativa” (tomo este concepto de los exégetas y teólogos del Antiguo Testamento, que aplican a las figuras que representan a todo el pueblo: reyes, profetas, el siervo de Yahvé…). Su yo en cuanto yo materno integraba a otros, a sus hijos en este caso, sin los cuales no se veía a sí misma, o por lo menos no se veía del todo. No podía dar cuenta completa de sí sin dar cuenta de ellos.
El paso de los años trajo la atenuación de esto, porque de ser madre que tiene hijos pasó a ser madre tenida por ellos. Seríamos ahora nosotros quienes, tras haberla “incorporado”, contestaríamos “estamos bien” a la pregunta de “¿cómo estás?”
4 comentarios:
Precioso
Es difícil y a la vez tierno ese cambio de papeles. Al menos para mi.
Buenos días Suso. Creo que hay un momento en el que descubres que no estás solo y tu existencia no eres sólamente tú. La realidad se abraza en comunión.Un abrazo.
Interesante idea, Suso. La aplicaré desde ahora.
Miriam, Nip, Altea, gracias.
Al margen de estar casado o emparejado, todos somos más que uno, a Dios gracias.
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