Presiento que el amor humano debe tener también sus secarrales, sus caminos por el desierto en los que de repente la “humedad” de la ternura desaparece, el calorcito ese que lubrifica las venas y el corazón. Y habría que aguantar ahí, en lo árido, con el corazón seco, fiel al compromiso afirmado en su día, creyendo en él, en la que podría ser sólo una etapa en la que el amor pone a prueba a sus elegidos retirando sus aguas para comprobar si son capaces de seguir amando a palo seco. Después, tal vez, esa travesía por el desierto termina, y el que perseveró en la arena ve como reflota el amor y vuelve mejor y más grande.
¿Cuántas parejas se salvaron porque el afectado (o la afectada) resistió la sequedad y cuántas no porque, sin sus aguas, ido le pareció el amor para siempre?
-Ya no siento nada por ella (o por él).
-Aguanta, date tiempo. ¿Quién te dice que, para sentir más, es necesario que ahora no sientas?
2 comentarios:
A veces el amor termina degradándose por la posesión y el egoísmo, nos estruja como esponjas hasta sacarnos la ultima gota de agua y como bien dices toca transitar por el desierto, si somos capaces de trascender la sed llegara un momento donde nuevas aguas, limpias y puras vuelvan a llenar cada poro de esa esponja... otra oportunidad mas.
Como siempre Suso, gracias, un abrazo
Los desiertos entonces valdrían para purificar el amor, si se resiste en él.
Gracias a ti, Ana
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