Si les preguntáramos a nuestros amigos, como preguntó Jesús a
Pedro, “¿quién dice la gente que soy yo?”, ¿qué respuesta nos traerían? Y si,
como le preguntaron a Juan el Bautista sacerdotes y levitas, nos preguntaran a
nosotros. “¿tú quién eres?”, ¿qué contestaríamos nosotros?
¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Qué digo yo sobre quién soy
yo? Sabemos que la respuesta a estas dos preguntas no contestaría todo lo que a
este respecto hay que contestar, por más que contuviese muchísimo.
Y Dios, ¿qué dice Dios? Lo
sabremos, sin duda, si es que no lo estamos ya sabiendo.
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