¿Por qué no habría de ir
tranquila a recoger su premio, con paso seguro, parándose si era preciso a
abrazar a algún amigo, si su ya larga vida le había dado el aplomo para saber
qué podía esperar de ella, qué podía incluso esperar de sí misma? Aplomo y una
sabia dosis de escepticismo, y piedad, mucha piedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario