Él sostiene con fuerza un extremo de la faja granate en su
cintura; su compañero la tensa agarrando el otro extremo. El primero entonces
da vueltas sobre sí mismo para quedar muy ceñido por ella. Aparece un segundo y
repiten la operación. Me recuerdo a mí mismo cuando era adolescente, en el colegio,
fajándome de igual modo para completar mi indumentaria gallega. Después tocaba
bailar, tan fajado, tan suelto.
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