Después de años con la crisis a cuestas, mi capacidad para
pronunciarme sobre ella se ha reducido a cero. Me ha lobotomizado, idiotizado,
dejado en el limbo; está ahí, como un bibelot impenetrable, en una estantería
de mi existencia. Una mezcla de cansancio, asco y estupefacción es lo que,
supongo, ha obrado tal efecto.
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