Estuvo bastante rato con su portátil sobre las piernas viendo
lo que a mí me parecieron proyectos de arquitectura. ¿Se trataba de un joven
arquitecto camerunés? Bien pudiera ser. Después estuvo otro buen rato
escuchando música y viendo videos. A nadie llamaba la atención, lo cual hacía pensar
que la informática ya era moneda corriente para los viajeros cameruneses que habían
subido al tren en la estación de Yaoundé. Como toda pantalla -la de los televisores
en una cafetería es el mejor ejemplo-, atraía tontamente mi atención una y otra
vez. El presunto arquitecto vestía un jersey gris de franela, unos pantalones
cortos de color verde militar y calzaba unos deportivos. Cuando lo venció el
sueño se acodó sobre sus piernas, que, alto como era, a duras penas encontraban
su sitio contendiendo con las de su vecina de enfrente, y se puso a dormir.
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