En una inspección casera para reunir cosas que pudiéramos
llevar a un mercadillo que se organizó en el pueblo y en el que cada cual podría
escoger a su gusto objetos y prendas y quedárselas sin pagar nada, María
rescató de un armario oscuro del desván uno de los más longevos y apreciados
bibelots de nuestra casa: un payaso trompetista de colores brillantes. No
mereció haber estado ahí durante tantos años, a donde lo llevo a buen seguro un
cambio en nuestras preferencias decorativas. Pili aplaudió el rescate cuando lo
vio en la cómoda del pasillo de arriba, toda vez que había sido un regalo que
le había hecho su amiga Mabel hace un montón de años. Le encontré un lugar
mejor para su lucimiento en un estante de mi habitación, donde está ahora todo ufano,
a salvo, espero que para siempre, de ya improbables cambios en nuestro gusto.
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