No sé en qué parará el caso Urdangarín pero mi inconsciente ya ha adelantado un escenario que me ha revelado en el sueño que tuve la noche pasada. Un abigarrado y numerosísimo grupo de fotógrafos, periodistas y cámaras espera con los dientes largos el comienzo del juicio a la entrada del juzgado. Yo también espero, en calidad de nada, un simple espectador con acceso libre a la función. La pregunta que electriza el aire es: ¿vendrá o no vendrá doña Cristina? Y sí, viene, todos la vemos, con cara de vampiros que se relamen.
La sala tiene la forma de un teatro. Yo estoy sentado en primera fila. En lo que sería el foso de la orquesta está Cristina, serena, vestida de sport. Iñaki todavía no ha hecho acto de aparición en el escenario. En un momento dado siento asco de todo aquello, me parece mórbido; me levanto y me voy. El sueño derivó después por otros derroteros que ya nada tenían que ver con lo anterior. Un apunte más: todo sucedía en Salamanca.
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