domingo, 13 de noviembre de 2011

El calor de un cuerpo


La escena es eminente. Tras sufrir un espantoso síndrome de abstinencia, su primer e ineludible paso para dejar las drogas, Frank Sinatra, en El hombre del brazo de oro de Otto Preminger, yace en el suelo, tiritando. Kim Novak lo cubre con una manta, luego con otra, y finalmente con ella misma: se extiende sobre él para darle calor. Me acordé al instante de aquella otra escena en la que un miembro de la guardia civil, en alguna playa del sur de España, cubrió con su cuerpo el de un subsahariano que había sobrevivido al hundimiento de la patera que lo había traído desde el otro lado del estrecho de Gibraltar. La realidad en este caso supera a la ficción, pues aquí se estaba dando abrigo y calor a un pobre desconocido, mientras que en la película es el ser amado el que recibe la acción arropadora de Kim Novak.

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