Yo necesito de las dos felicidades, la que me da la soledad y la que me da la compañía. En la primera me siento un vagabundo de la ensoñación y la mirada, del pensamiento y la meditación. No es la soledad por la soledad sino la soledad por lo que sólo con ella es posible. Más que fin, es medio. En la segunda, me alegro con la luminosidad de los rostros, situado por ellos, alimentado y sostenido. Son siempre fin y nunca medio. No me sirvo de ellos sino que necesito su servicio, lo imploro, para ir de su mano por los caminos de la vida. Sabiéndolos cerca, en el hábito de mi soledad estoy erguido.
2 comentarios:
así es, en presencia o en ausencia, siempre acompañados... y acompañantes.
Que la soledad esté siempre acompañada, que la compañía no será nunca solitaria.
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