Era una chica un tanto rara que te miraba con una extraña fijeza. Algunos, cuando hincan en ti su mirada, te clavan en un corcho como si fueras un insecto; otros, te absorben. Lo de ella era distinto. Su fijeza parecía proceder de una pobreza, de una necesidad interior. Reflejaba, me parece, su desvalimiento. Ya no recuerdo su nombre. Dos avatares en su vida habían sido claves. Por un lado, la relación con un hombre casado, un embarazo, y la ida a Londres a abortar. Cuando alguien te cuenta algo así, sin que medie una estricta amistad sino una mera relación de afecto, es que en verdad necesita contarlo porque le escuece por dentro. Me pregunto ahora si fui yo la primera persona en saberlo. Lo otro fue un accidente de tráfico al que sobrevivió. Ella creyó ver en este volver a nacer la llamada a hacer algo que habría de definir su vida, pero todavía no lo había descubierto. Daba clases particulares de piano y quería ser profesora de música. ¿Qué habrá sido de ella?
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