El paraíso no se marchó nunca de nuestros corazones, por eso nos crucifica no vernos ya en él. El sol que ahora luce quiere instaurarlo, se le notan las ganas y la prisa, el “de hoy no pasa” que parece anunciarnos. ¡Ay, sol mío, que grande es tu deseo de decirnos también “hoy estaréis conmigo en el paraíso”!
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