Anteayer, 17 de abril y domingo de ramos, a los que me llamaron para felicitarme por mi cuarenta y seis cumpleaños, yo los rectificaba tal que así: “no, no, cumplerramos, 46 cumplerramos” (aquí no debieran haber faltado unos versos cursis que hablasen de los años como ramos que saltan del tronco de la vida…, y llorar un poquito). “Hala, ya está Suso pariendo”, me soltó mi cuñada Mude tras cantarme el “cumpleaños feliz” desde Asturias, a coro con el resto de su familia y la de mi hermana Lucía. Como la parida no había terminado ahí, les conté lo que después había llevado a cabo. Del ramo de laurel que había traído de misa, arranqué cuarenta y seis hojas y las puse sobre la rosca que había comprado mi madre. Nos servimos después una copa de excelente jerez, comprado en su día en Chiclana de la Frontera, y mi cámara sobre el trípode inmortalizó el momento. Habría estado bien que después hubiese soplado para dispersar las hojas de laurel por los cuatro puntos del planeta. Los de Asturias me rieron la gracia y, en mi honor, dijeron que soplarían 46 imaginarias velas. “No hace falta que sean velas; que sean 46 de lo que sea, eso sí, exactamente 46, ni 45 ni 47”. Mis sobrinas Irma y Alba se pusieron entonces a desflorar el parque de Avilés donde se encontraban.
2 comentarios:
Aunque pelín retrasadas, ¡muchas felicidades!
(y vaya buena pinta tiene esa rosca)
Muchas gracias, Cristina, y vaya para ahí un trozo de rosca virtual. Malo será que tu imaginación no consiga hacer el resto.
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