domingo, 12 de septiembre de 2010

Historia

Cuando un drama ocupa tu “historia” no tienes ojos para la “Historia”. El 11S, mis amigos O. y F. apenas si tuvieron ojos para la tragedia de las Torres Gemelas porque estaban ocupados por entero por su propio drama, la leucemia de su hija O. Hoy, felizmente, está curada.
Así me lo contó O. cuando, después de años sin vernos, los fui a visitar. Mientras millones de miradas caían sobre la televisión porque estaban en condiciones de hacerlo, las suyas apenas si resbalaron por ella porque su vida entera estaba en ese momento centrada en su hija, y como las suyas las de tantos otros, tantísimos otros, todos los que, en un momento dado, no pueden permitirse el “lujo” de prestar atención a la Historia con mayúsculas porque la suya propia necesita de toda su atención y cuidados.
La Historia de verdad, la completa, la que es mayúscula, minúscula y media, será la que un día cuente las de todos los millones de hombres y mujeres que nacieron, vivieron y murieron en este planeta. ¿Quién será ese omnipotente y omnisciente Historiador, que pondrá toda su atención y cuidados en las vidas de todos de modo que ninguna se pierda, que nada de lo acontecido en ellas pase al olvido, que lo recoja todo en su libro inmenso?
Un buen historiador, al contarnos la historia pasada, debe revivificarla de algún modo, hacérnosla presente, si es que no quiere que la sintamos como historia muerta. Si tal cosa hace un historiador humano, ¿qué no hará entonces ese Gran Historiador cuando relate en su Gran Libro las vidas de todos los que fueron, son y serán? ¿No habrá de revivirlas también, pero a su manera, a su “Gran Manera”?

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