Dios no puede recordar sin hacer revivir, no puede hacer memoria sin hacer vida. Los hombres mueren y caen en el olvido, pero caen también en Dios que recuerda todos y cada uno de sus cabellos. Será Él el que nos enseñe el único modo de no olvidar a nuestros muertos: recordándolos hacia el futuro, donde la memoria se vuelve esperanza. Morir no es quedar atrás sino tomar la delantera.
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