En la
parábola de los talentos, el que había recibido uno y sólo devuelve uno se inventa
una coartada con una mentira, pues ¿por qué le dice a su amo “que siegas donde
no siembras y recoges donde no esparces”, si, habiéndole entregado un talento,
había por lo tanto sembrado y esparcido? Justa razón tendría si, habiéndole
dado cero le exigiese uno, pero no ha sido así: le ha dado uno y por lo tanto
tiene todo el derecho a segar y recoger dos. Es tan indecente e irrespetuosa su
tergiversación de los hechos que hay que referirse a su mentira como a una “asquerosa
mentira” por mor de que quede bien claro su alcance. Una vez que vio que sus
compañeros habían duplicado lo que habían recibido, debió sentirse tan
aplastado que carga contra su amo con tal ruindad y cobardía que le reprocha
que sea lo que no es: miente a sabiendas de que miente, prevarica, y así casi
diríamos que peca contra el Espíritu.
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