Siempre he temido a los
santos porque me recuerdan hasta dónde puede un hombre dejarse amar por Dios y
hasta dónde puede amarlo, y es hasta al fin, con todo el corazón, con toda el
alma, con todas las fuerzas. Yo, a tanta capacidad de ser amado por Dios y de
amar a Dios, le tengo miedo, si bien, por otro lado, en momentos en los que soy
pura ansia de él, es lo que más deseo. Pero estoy a infinita distancia de ese
“todo..., toda..., todas...” y me pongo a resguardo ofreciendo un poquito de
corazón, un poquito de alma, unas poquitas fuerzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario