lunes, 23 de junio de 2014

Sonrisa helada

La sonrisa que te puedan producir algunas de las películas que viene rodando últimamente Woody Allen es una sonrisa helada. Hay que ser muy obtuso para no darse cuenta de que, por más que estén envueltas en música de jazz y atravesadas por una vena humorística, son historias de personas desgraciadas. Por lo tanto no es que no sean ni de lejos comedias, es que tampoco son tragicomedias sino tragedias a secas. La esperanza brilla por su ausencia. La imagen de la pobre Jasmine (Cate Blanchett, en Blue Jasmine, la última película de Woody Allen), sentada en un banco, intentando unir los trozos de la canción que sonaba cuando conoció a su marido, con los ojos llorosos e hinchados, es el retrato vivo de un ser roto, y así termina la película, a ras de suelo, donde habita una esperanza muerta.

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