martes, 5 de marzo de 2013

Sin alma, con alma



¿Qué le falta a Meryl Streep para que a mí no me acabe de convencer? ¿Qué es lo que no tiene y por eso no la incluyo en el grupo de mis actrices favoritas? Es una magnífica actriz, sí, no hay más que recordar cuán maravillosa estaba en Los Puentes de Madison. ¿Cuál es el pero entonces? Creo que un exceso de técnica y de cálculo y un defecto de autenticidad, de carne puesta en el asador. En el festival de Cannes del año 1989, Meryl Streep recibió el premio a la mejor actriz por su interpretación en Un grito en la noche, de Fred Schepisi. Al crítico Ángel Fernández-Santos le pareció una “interpretación muy competente pero sin alma”. Éste es el punto: le falta alma.

De todos modos, el mismo Ángel Fernández-Santos, a propósito de la película Memorias de África, escribió en su momento que “con Meryl Streep, una actriz con excelente técnica, que es una especie de producto de laboratorio de alta precisión, pero que resulta fría y casi siempre poco inspirada, (Sidney Polack) ha ratificado su maestría en el difícil arte del manejo de los actores: ha barrido su técnica y ha sacado de la actriz lo que ésta parecía no tener, alma” Y éste es también el punto: no le falta alma, que quizá ya se quedó con ella desde entonces. A estas alturas, ¿en qué queda mi “pero”? Pues ya no lo sé, alguno sigue habiendo, tal vez ése tan pequeñito y tan grande de “me gusta más ésta que ésta” y no le demos más vueltas.

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