“Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y,
levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en
donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió
paso entre ellos y se alejaba” (Lucas 4,28-30).
Siempre me impresionó esta escena. La
muchedumbre empuja a Jesús hasta el borde de un barranco con la “intención de
despeñarlo” y en el último y decisivo momento se levanta un “pero”, más
exactamente un “pero Jesús...” ¿Cuál era su mirada, la expresión de su rostro, y cuál
la mirada y rostro de los que lo rodeaban? ¿Qué juego de fuerzas se trabó aquí?
¿Cómo venció él y que sintieron, al verse vencidos, ellos? ¿Qué autoridad y
majestad lo inundó todo? El poder que los hizo abrirse para que Jesús pasase, ¿no
fue el mismo que abrió el mar Rojo para los israelitas que huían de Egipto?
Pero Jesús no huía: “se alejaba”.
2 comentarios:
"Pero Jesús". Enorme , Suso.
En cuantísimas cosas (en la mayor parte, por no decir todas), de nuestra vida aparece ese "Pero Jesús". Desde que te lo leí hace una semana, creo que me lo habré dicho más de veinte veces. "Pero Jesús...".
Da pena pensarlo, no por nosotros, que ya sabemos como somos, sino por Él, por la soledad de ese "pero".
Gracias, creo que ya no podré olvidarlo.
Sólo su fuerza podra darnos el coraje de remediar su soledad, tan grande a la vuelta de unos días, en Getsemaní.
Gracias, Cristina.
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