Recuerdo que, al hilo de
Mateo 25, mi añorado Juan Luis Ruiz de la Peña decía que “el cristianismo no es
un gnosticismo”. Es cierto. A los que Jesús llama y sienta a su derecha en el
juicio final no les dice “venid vosotros, benditos de mi Padre, porque me
conocisteis", es decir, porque explícita y
directamente sabíais con quien tratabais, sino porque me alimentasteis, disteis
de beber, hospedasteis, curasteis y visitasteis en la cárcel sin saberlo. Si lo hubiesen sabido no le
preguntarían: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, etc.?” “En
verdad os digo, les contesta el Hijo del hombre, que cada vez que lo hicisteis
con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Este
“hicisteis” es la clave: (le) conoce quien (le) hace, quien, aun no habiéndolo conocido personalmente
-digámoslo así para entenderos-, lo amó porque amó a sus hermanos más pequeños.
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