El invierno cayó, repentinamente, y la delicia de sentirse atrapado en casa no orilló el desconcierto de su irrupción intempestiva. La falta de transición otoñal nos privó de la suave pendiente que va del verano al invierno, que nos acomoda a lo que viene mientras nos despide de lo que se va. En su lugar, sin nada que salvase el desnivel, el puro abismo en que hemos caído agradecidos y desmañados.
2 comentarios:
Creí que en Galicia todo cambio era paulatino.
Normalmente, sí. Pero esta normalidad faltó este año.
Publicar un comentario