En una charla veraniega, hace ya más de veinte años, le preguntaba yo a Monseñor Uriarte, hoy obispo de San Sebastián, hasta qué punto le es lícito a la iglesia administrar bautismos, primeras comuniones, confirmaciones, bodas, a personas cuya idoneidad cristiana apenas cumple los mínimos. Me contestó que la iglesia no sólo tiene exigencias de lucidez sino también entrañas de misericordia. La respuesta es la adecuada, claro, pero nos lleva a otra cuestión: ¿cuánta lucidez hay que exigir al que pide el bautismo, la primera comunión y la confirmación para su hijo o hija, o a los que quieren contraer matrimonio? Sirviéndonos de porcentajes, ¿valdría un 1% de lucidez cristiana, recayendo el 99% restante en la misericordia de la iglesia? O, por seguir con otro ejemplo numérico, de un test de 100 preguntas, ¿vale con que se sepa una pues las otras 99 las asume supletoriamente la iglesia? ¿Qué equilibrio debe mantenerse entre la exigencia de la lucidez y la generosidad de la misericordia? ¿Qué mínimo de fe informada y formada debe exigirse, por debajo del cual toda concesión sería una claudicación? Recuerdo el comentario de una persona con respecto a este tema: “la iglesia no puede administrar los sacramentos como quien regala rosquillas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario