Se puede ver sin llegar a estar. La vista es parte de algo más grande y profundo, la estancia, sólo posible si algo, o mejor, alguien nos arraiga allí donde vamos. No sólo vi sino que estuve en una zona de Camerún gracias a mi amigo Emilio, misionero en este país africano desde hace cinco años, concretamente en Maroua, una ciudad de doscientos cincuenta mil habitantes situada en el norte, entre Nigeria y Chad. Un lugar es lo que son sus moradores. Sin el contacto con los segundos no hay arraigo en el primero. Al presentarnos y darnos a conocer a amigos, parroquianos y conocidos, sin más barreras que las exigidas por la educación y el respeto, hizo posible que Ana y yo fuéramos algo más que turistas que pasan y sólo ven: viajeros que, en su paso por el lugar, echan las raíces que nunca echarían los primeros.
6 comentarios:
Bonitas fotos... Yo estuve gracias a Emilio, y gracias a ti.
Un viaje muy profundo al interior del ser, para empaparse de humanidad. Espero que lo disfrutases.
Ricardo.
Y gracias a ti, Anónimo 1, completamos un triángulo que disfrutó de lo lindo.
Lo disfrute, Ricardo, mucho. Con diferencia, el mejor viaje de mi vida.
Gracias.
Un plaisir.
Usoku, ma chérie.
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